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© Rodrigo G. Racero



Poema


EL CUENTO SOÑADO



Rodrigo G. Racero







PRÓLOGO
I Debía de contar porque querían oír los niños, de bruja y hada un cuento. Rebusqué y rebusqué, hurgué en la memoria, mas nada se me vino al pensamiento que no fuera por ellos conocido. Tenía que contar un cuento nuevo. ¿Cómo hacer?, con los mismos personajes que de siempre hay en todo cuento viejo. El mundo gira, rueda en el espacio y parece que todo sea eterno. Las mismas cosas vuelven, se suceden inexorable en el pasar del tiempo. Un personaje, un héroe debía imaginarme rápido, al momento. El relato tenía que empezar, pues ellos insistían con sus ruegos. Sin lugar de pensar ninguna trama mi saber todo me traje al recuerdo y empecé sin saber lo que diría en las palabras próximas del verso: «En un país remoto de la tierra existía un monarca justo y bueno. En un respeto mutuo convivía con reyes todos de vecinos pueblos. Era feliz y amado por sus súbditos que trabajaban en paz y contentos. No recordaba guerra la memoria de los hombres, ni jóvenes ni viejos. Tuvo dos hijos con la hermosa reina. Honrado como el padre era el primero, como la reina soberbio el segundo. Cientos los años de su vida fueron. Su fama se extendió por todo el mundo y expiró, y fué llorado por el pueblo. Heredó la corona Elidor su hijo y sintió envidia el corazón soberbio del hermano menor: príncipe Esiri... Elidor se casó tras algún tiempo y tuvo con su esposa un hijo hermoso. De odio lleno, quedó Esiri soltero...








II De la madre era Esiri el preferido. Que intrigando ella estuvo en modo tanto, que al no poder ceñirle la corona le hizo tener del ejército el mando. Los generales de su parte estaban. Decían que Elidor era muy blando. Dobló Esiri el poder bélico en hombres y gobernaba en verdad en palacio. El pueblo murmuraba descontento, pues alzó los impuestos al trabajo. Fabricar ordenó muy buenas armas y bien pagó y vistió a todo soldado. En la sencilla gente campesina había un desconfiar, un miedo innato. El que pagar no fuera lo predicho en dinero, animales o bien grano, debía de entregar sus propios hijos para vendidos ser igual que esclavos. En secreto empezaron a reunirse y remedio buscar contra el tirano. Se formó poco a poco una gran banda de rebeldes; llegaban por asalto, robaban y mataban a los ricos favoritos de Esiri y sus soldados. Por el monte y el bosque se escondían teniendo con los pobres buen contacto e instando al pueblo que en armas se alzara. Continuaba el abuso del tirano que decían: Tenía preso al rey. Exigió el pueblo ver al soberano, mas dijeron que estaba grave enfermo. Un general tomó de pronto el mando de los rebeldes contra el cruel Esiri. Entraron de improviso en el palacio y pusieron tras una breve lucha al rey Elidor con su familia a salvo...». Hice una corta pausa y mis oyentes que atentos escuchaban me apremiaron. Bebí tranquilo un buen sorbo de vino. Después quedé dormido, ellos callaron.

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